miércoles, 25 de junio de 2008

Una charla con la revista digital No Retornable


Desde la Secretaría de Arte y Política buscamos poder generar espacios de difusión propios de la facultad que permitan dar a conocer todas aquellas iniciativas existentes que se hallen vinculadas tanto a lo artístico, como lo académico y lo político. En este sentido, hemos iniciado una serie de entrevistas con compañeros y compañeras que andan en este camino.

Nos pareció que No Retornable es una de las propuestas que instala una vuelta de tuerca en todo lo que se viene generando en el ámbito de las publicaciones de o vinculadas a la facultad y nos animamos a iniciar una charla con su directora, Sol Echeverría, para dar a conocer esta experiencia. Esta entrevista será publicada y difundida en el boletín Lo Artesanal Nº2 a principios del segundo cuatrimestre en la Facultad de Filosofía y Letras, pero a modo de adelanto la colgamos en el blog para que pueda ir saliendo a la luz.

A-P: ¿Cómo surgió la idea de hacer una revista como No Retornable?
NR: Fue en un momento de crisis personal. Era el 2005 y hacía dos años que había empezado la carrera de Letras. Lo que veía en la Facultad me parecía valiosísimo, pero muy desconectado de la actualidad. Empecé a preguntarme sobre qué estaba pasando en mi aquí y ahora, y me di cuenta de que la respuesta no estaba en las aulas. Ahí surgió la idea de emprender un proyecto paralelo para llenar esos baches que me resultaban cada vez más grandes. Debo reconocer que en ese momento yo era súper pichi. Había estado bajo el ala de las enseñanzas docentes, secundarios primero y universitarios después, por demasiado tiempo. Sabía apenas lo que otros me habían enseñado y nunca me había animado a salir a buscar por mi propia cuenta, hasta que eso se convirtió en un deseo cada vez más imperante, urgente, necesario. La revista me permitió romper el cascarón para poder dar un paso fuera del nido académico cuando sentí que era importante empezar a explorar otros terrenos.

A-P: ¿Cómo está compuesto y cómo funciona el equipo de trabajo? ¿Hay espacios de discusión conjunta en las decisiones?

NR: El equipo de trabajo varió bastante en los primeros años. Desde ese entonces sólo seguimos siendo parte del proyecto el diseñador gráfico, Germán Geninatti, y yo. A él le debo mucho, muchísimo. De todas formas, creo que las cosas para No Retornable empezaron a marchar mejor cuando se incorporó el que ahora llamo “mi socio”, Marcelo López. Él se entusiasmó con mi empuje y aportó cierta disciplina de trabajo que a mí me faltaba. Entre ambos empezamos a juntarnos una o más veces por semana a planificar. Leíamos los textos, discutíamos y programábamos los siguientes pasos a tomar. Ahí empezó a despuntar la revista y, digo con orgullo, a convertirse en un proyecto más serio, constante y profundo. Durante ese año adoptamos el bar del CEFyL de Puán como “oficina” (así lo llamábamos). Nos empezamos a quedar todos los martes a partir del mediodía hasta la noche. Ese se volvió un espacio de convocatoria abierta para que los colaboradores e interesados se acercaran a conversar. Conocimos diferentes personas y proyectos. Nos volvimos más concientes del movimiento que existía a nuestro alrededor. Muchos se sumaron al proyecto, nos dieron una mano y nos ayudaron, cada uno a su manera.

A-P: ¿Tienen o buscan tener relación con otras revistas o movidas culturales?
NR: Sí, ambas cosas. En ese espacio semanal invitamos a gente de otros proyectos a que vinieran a charlar. También nos acercamos a sus espacios. Nos hicimos amigos de muchos de ellos, compartimos experiencias, nos alentamos. Se me ocurren ahora un par de nombres de revistas amigas, pero seguro que hay más: Los asesinos tímidos, El ángel exterminador, Esperando a Godot, Siamesa, El interpretador, La gallina degollada, Planta, El niño Stanton, Plebella, Dodó, Mil Mamuts, etc. Todos ellos pasaron o pasan por los pasillos de Puán. Además, habría que sumar proyectos editoriales y otras movidas. También construimos muchos vínculos a través del ciberespacio.

A-P: ¿Por qué generar un espacio en el que publiquen tanto a personas de trayectoria curricular-académica y otras que nunca han publicado?
NR: Uno de los objetivos de nuestro proyecto es mostrar lo ridícula que nos resulta esa línea divisoria. Buscamos textos que tengan algo que decir, no aparatos endebles a los que haya que adosarle un currículum debajo de una de sus patas para que se puedan sostener. Queremos generar un espacio que promueva el debate, no que lo cierre, por eso nos resulta fundamental el multiperspectivismo. Porque ¿cómo puede haber un debate si todos piensan lo mismo? ¿cómo puede haber cuestionamientos si se deja afuera a las nuevas generaciones sólo por el hecho de no tener una larga trayectoria? ¿cómo se puede proponer un espacio de lucha textual si lo que prima no es el texto? Apostamos a la heterogeneidad de nuestros colaboradores porque también apostamos a que nuestros lectores sean lo suficiente activos y lúcidos como para armar su propio camino entre los artículos que publicamos. Nosotros armamos los dossiers con conciencia de que cada texto propone un punto de vista, muchas veces en oposición al de otro de los textos. Con esta política editorial buscamos perderle el miedo a la diferencia, porque es un temor sostenido por la soberbia y la voluntad de no escuchar aquello que nos puede hacer temblar el piso. Pero el piso tiene que temblar, al menos de vez en cuando, aunque el terremoto derrumbe algunos edificios teóricos.

A-P: ¿Qué relación hay para ustedes entre arte y política?

NR: Toda obra de arte es creada por, y se dirige hacia, personas inmersas en determinado contexto político, social, económico y cultural. La política, por ende, está tanto en su génesis como en las múltiples, potencialmente infinitas, recepciones. Ahora bien, cada obra de arte tiene una manera particular de vincularse con el mundo y dar cuenta de su coyuntura con éste. Por ejemplo, el último dossier de No Retornable trabajó con el tema de “intervenciones urbanas”. El arte urbano, que sale a las calles para intervenirlas, es un arte fuertemente político desde el vamos pero no todas sus manifestaciones están marcadas por una voluntad explícita de serlo. No es lo mismo un stencil de Kitty que unas pintadas en repudio a un asesinato encubierto. Personalmente, creo que toda manifestación artística implica una ideología y conlleva una toma de posición respecto del mundo. De alguna manera, todo artista adopta, conciente o no, una postura política. Lo mismo ocurre con los receptores de cada obra, que pueden ver en ella algo distinto a lo buscado por su autor. Por eso las obras pueden tener diferentes significados políticos en diferentes momentos históricos. Las interpretaciones nunca son absolutas, porque nadie está fuera de la historia. Creo que para llevar a cabo una línea de análisis productiva es conveniente tener siempre en cuenta esta limitación y, en vez de pretender trazar un absoluto insostenible, hacer el intento por comprender cuál es el significado de determinada manifestación en determinado contexto. Es decir, salirse de las abstracciones para preguntarse cuál es la relación de una obra de arte en particular con determinada política permite una mirada crítica mucho más valiosa que la de arrojar significados de pretensión atemporal que se desvanezcan en el aire.

Sol Echevarría
(directora NR)